Santiago Porter

La obra de Santiago Porter llega por primera vez al MNBA Neuquén en una muestra que descarna en imágenes los contrastes y contradicciones de nuestra sociedad y las instituciones que la sostienen.

A través de imágenes de sus edificios públicos emblemáticos, paisajes desiertos, estatuas decapitadas y muros raídos por el tiempo que todo lo destruye, Porter nos habla de la historia, del poder, pero también del pasado, el presente y del incierto futuro.

Son obras gestadas entre 2007 y 2013 que muestran postales de una Argentina desolada, un país fantasma poblado por edificios públicos que se yerguen imponentes como castillos de portones trancados y muros enmohecidos, pero vacíos de vida.

A cada foto, a cada edificio, le corresponde una contracara, y allí aparece el mensaje de esta muestra. El ministerio de Economía, la sede de la AFIP, un juzgado del Poder Judicial, la Casa de Moneda, todos con sus portones dorados bloqueados al paso de los ciudadanos de a pie, y en otra imagen, opuesta, el Policlínico Ferroviario Central, sanatorio nacido cuando el país estaba surcado de vías férreas, hoy casi abandonado, casi yermo y con las malezas que parecen tragárselo de un momento a otro. Una metáfora de los últimos cincuenta años y de nuestra propia impotencia.

Porter se revela aquí como un poderoso narrador de la luz.  Cada foto tiene una historia humana, una presencia que no se ve pero que ha dejado huellas. Siempre parece haber alguien que estuvo antes de que la foto fuera tomada. Alguien pintó esos muros desgastados por los años, alguien robó esas placas de bronce quedando sólo la promesa de vivir “coronados de gloria” o jurar “con gloria morir”, alguien arrancó de cuajo las cabezas de las estatuas de Eva Perón y del “descamisado”, alguien abandonó la construcción de esa autopista que hoy no conduce a ningún sitio. En las fotos de Porter, siempre hay alguien, aunque no se vea.

Fotos absolutamente deliberadas que no responden a la impronta repentista del reportero gráfico que Porter fue y que sobrevive en él, sino más bien al artista plástico en que se convirtió a fuerza de disciplina y autoconocimiento. El creador consciente que planea qué dirá y cómo lo dirá a través del soporte que en ese momento la necesidad le requiera.

La emoción es el “sello de agua” de Porter. Sus fotos muestran la realidad con intensa emotividad, en un rasgo que lo une directamente con otro grande de la fotografía: el norteamericano Robert Frank, quien a mediados de los años cincuenta puso en imágenes las desigualdades sociales, raciales y culturales de los estadounidenses de la próspera posguerra, mientras los poetas de la generación Beat lo hacían en palabras y los músicos del folk y el rock, con sus canciones contra la guerra de Vietnam.

Porter oficia de reportero y demiurgo al mismo tiempo. Expresa sus ideas mediante imágenes que operan como piezas de un descomunal rompecabezas que desde hace muchos años arma, desarma y sangra sin descanso en su alma y que es, en definitiva, el puzzle de nuestra propia vida, individual y colectiva.

Oscar Smoljan – Director MNBA Neuquén