Marie Orensanz

El Museo Nacional de Bellas Artes Neuquén se honra en presentar esta muestra retrospectiva de la artista plástica francoargentina Marie Orensanz, desde hace décadas, una de las representantes más destacadas del arte conceptual internacional.

La muestra recorre diversas etapas creativas de esta talentosa artista marplatense, nacionalizada francesa, cuya trayectoria comprende los períodos más importantes que ha vivido el arte contemporáneo de nuestro país en la segunda mitad del siglo XX, y se proyecta en una constante evolución a los principales centros culturales del planeta que han expuesto y premiado su trabajo.

A través de estas obras podemos conocer la vida y obra de una artista singular, tan lúcida como tenaz en la tarea de crear nuevos lenguajes y expresar sus ideas comprometidas con los cambios sociales y las denuncias en procura de una sociedad de personas justas, conscientes y, por sobre todo, libres.

A mediados de los años setenta, en una Argentina sesgada por la violencia y un mundo dividido en bloques antagónicos, Orensanz, que ya traía tras de sí una significativa trayectoria en el arte nacional, inauguró un concepto que sería la piedra basal de toda su obra: el fragmentarismo, en principio una definición de su propia estética, pero además una lúcida metáfora de una sociedad que se partía en pedazos y que al mismo tiempo entrañaba su propia unidad, aunque sin dilucidar, la cual discurría a través del tiempo, ese inexorable escenario de la Historia.

Aquellos trabajos mostraban fragmentos de mármol de Carrara que contenían grafías de muchos tipos: números, fórmulas matemáticas y palabras aparentemente inconexas que nos arrojaban a la cara nuestra propia incomunicación, al tiempo que anunciaban el nacimiento de una de las manifestaciones del arte conceptual más originales que produciría el arte argentino y en especial el arte contemporáneo.

Pero al mismo tiempo, esas obras fragmentarias de Orensanz nos hablaban del futuro. Un porvenir fragmentado e individualista, una era de indiferencia ante el crimen organizado desde el Estado y en el que finalmente, el egoísmo terminaría triunfando sobre la solidaridad social y la construcción colectiva de los años sesenta.

Hija precoz del modernismo, discípula de Pettorutti y Seguí, formada en la escuela dura del dibujo y protagonista juvenil de la explosión creativa en el Instituto Di Tella y el CAYC, Orensanz nunca ancló en un mismo puerto y fue navegando, sin perder sus raíces y sus convicciones, a través del devenir de las diversas corrientes de la creación contemporánea.

Sus obras siguen hoy exclamando palabras que, en aquellos tumultuosos años del Mayo Francés y la Contracultura americana, resonaron como banderas de la ola que buscó cambiar el mundo y que se resumen finalmente en dos que, para la artista, son indiscutidos sinónimos: pensamiento y libertad.

“Pensar es un hecho revolucionario…pensar significa libertad”, declara una de sus obras.

Bienvenida sea su obra, bienvenida sea ella a nuestra Patagonia, a nuestro museo y sobre todo a nuestras conciencias.

Los años sesenta fueron sin duda los años de la gran explosión creativa en Argentina. Creación sin etiquetas ni limitaciones. Años de compromiso con la libertad extrema y la experimentación sin concesiones.

Tiempos en los cuales la osadía llegó a tener su propio templo en nuestro país: el Instituto Di Tella, refugio de la creación en medio del autoritarismo absurdo de la absurda dictadura.

En ese contexto, la Nueva Figuración, una de las corrientes estéticas y artísticas más originales, pareció abrirse como una suerte de frontera. En realidad, un mojón plantado en medio de la entonces turbulenta discusión entre figurativos y abstractos que por aquellos años intentaban definir lo indefinible.

Luis Felipe Noé, junto a Rómulo Macció, Ernesto Deira y Jorge De la Vega, fue uno de los íconos de esa nueva expresión que sin dudas cambió el aire de esos convulsionados y desordenados días, tiempos caóticos y muy creativos.

La obra de Noé, que tenemos el honor de recibir en este museo, pertenece a un artista que supo navegar indemne las aguas más tormentosas de nuestra historia, no sólo desde su arte, cuyos primeros trazos llegaron de la mano de su maestro Horacio Butler y que luego perfeccionó en la soledad de quien se enseña a sí mismo; sino también como periodista atento e insobornable observador de la realidad.

Una obra que parece surgir del caos pero que también habla de él como estructura, del caos de estos tiempos extraños en los cuales las redes parecieran haber reemplazado a las relaciones interpersonales, las imágenes a las palabras, y el mundo virtual confundirse con la realidad.

En este contexto improbable e impredecible, en el cual el futuro es, al mismo tiempo, el enigma y la respuesta más buscada, la obra de Yuyo Noé sirve como mapa en medio de “las ruinas de un edificio social que se desmorona”, como decía Arlt.

Una foto del caos que a la vez busca y consigue organizarlo. Lo ordena para que luego vuelva a desordenarse con cada mirada, a través del tamiz de cada experiencia de vida de quien se detiene frente a ella.

Pocos artistas han logrado trabajar estas ideas y transmitirlas a su obra, tal y como lo viene haciendo desde hace décadas Luis Felipe Noé, cuya huella y rumbo han quedado para siempre impresos en el camino del arte nacional e internacional.

Por todo ello, y por el orgullo que representa para nuestro país y nuestra cultura el haber sido elegido como representante para la próxima 53º Bienal de Venecia, le damos la más cálida bienvenida a nuestro museo.

Oscar Smoljan – Director MNBA Neuquén