Luís Felipe Noé

Los años sesenta fueron sin duda los años de la gran explosión creativa en Argentina. Creación sin etiquetas ni limitaciones. Años de compromiso con la libertad extrema y la experimentación sin concesiones.

Tiempos en los cuales la osadía llegó a tener su propio templo en nuestro país: el Instituto Di Tella, refugio de la creación en medio del autoritarismo absurdo de la absurda dictadura.

En ese contexto, la Nueva Figuración, una de las corrientes estéticas y artísticas más originales, pareció abrirse como una suerte de frontera. En realidad, un mojón plantado en medio de la entonces turbulenta discusión entre figurativos y abstractos que por aquellos años intentaban definir lo indefinible.

Luis Felipe Noé, junto a Rómulo Macció, Ernesto Deira y Jorge De la Vega, fue uno de los íconos de esa nueva expresión que sin dudas cambió el aire de esos convulsionados y desordenados días, tiempos caóticos y muy creativos.

La obra de Noé, que tenemos el honor de recibir en este museo, pertenece a un artista que supo navegar indemne las aguas más tormentosas de nuestra historia, no sólo desde su arte, cuyos primeros trazos llegaron de la mano de su maestro Horacio Butler y que luego perfeccionó en la soledad de quien se enseña a sí mismo; sino también como periodista atento e insobornable observador de la realidad.

Una obra que parece surgir del caos pero que también habla de él como estructura, del caos de estos tiempos extraños en los cuales las redes parecieran haber reemplazado a las relaciones interpersonales, las imágenes a las palabras, y el mundo virtual confundirse con la realidad.

En este contexto improbable e impredecible, en el cual el futuro es, al mismo tiempo, el enigma y la respuesta más buscada, la obra de Yuyo Noé sirve como mapa en medio de “las ruinas de un edificio social que se desmorona”, como decía Arlt.

Una foto del caos que a la vez busca y consigue organizarlo. Lo ordena para que luego vuelva a desordenarse con cada mirada, a través del tamiz de cada experiencia de vida de quien se detiene frente a ella.

Pocos artistas han logrado trabajar estas ideas y transmitirlas a su obra, tal y como lo viene haciendo desde hace décadas Luis Felipe Noé, cuya huella y rumbo han quedado para siempre impresos en el camino del arte nacional e internacional.

Por todo ello, y por el orgullo que representa para nuestro país y nuestra cultura el haber sido elegido como representante para la próxima 53º Bienal de Venecia, le damos la más cálida bienvenida a nuestro museo.