León Ferrari

El Museo Nacional de Bellas Artes Neuquén recibe por vez primera la obra de León Ferrari, uno de los más importantes artistas plásticos de la actualidad, un hombre que ha vivido comprometido con su tiempo y sus semejantes a lo largo de toda una vida de lucha en contra de la opresión y la injusticia, y en favor de la libertad, la paz y la igualdad.

Queda saldada, así, una deuda de muchos años con este artista no clasificable, iconoclasta, corrosivo, tan provocativo como despiadadamente lúcido, el cual, al igual que otros grandes como él, ha sufrido una injusta, absurda e inmerecida postergación.

Las obras que conforman esta muestra provienen de las más diversas formas de expresión que Ferrari ha explorado a lo largo de su vida de fecundo artista. Desde sus famosos “escritos”, hasta sus esculturas con alambre y metal, sus particulares instrumentos musicales, sus fotografías de bellas mujeres retratadas por otros con mensajes en idioma Braille, sus “cajas”, etc.

Pero toda su producción, más allá de sus intrínsecas diferencias, parece tener un común denominador: la palabra, materia prima del lenguaje y andamiaje de toda la comunicación humana.

Hay en la obra de Ferrari palabras explícitas y reconocibles, pero también ininteligibles. Hay palabras que parecen metamorfosearse en otras a partir del análisis que el artista efectúa como un obsesivo criptógrafo, llegando a transformarlas en incomprensibles grafías propias de quienes, en medio de la noche, intentan escribir sumidos aún en las penumbras del sueño.

Pero también hay palabras escritas sobre cuerpos de maniquíes, sobre senos y caderas, y codificadas para ciegos en antiguas fotografías. Y las hay invisibles, implícitas en los objetos cotidianos brillantemente combinados y presentados por Ferrari como una puesta en escena mordaz de la realidad. Y si la música es lenguaje, las hay también en la forma de sonidos,  en los extraños y  fascinantes  instrumentos musicales creados por el artista.

En la era de la comunicación, con una humanidad harta de discursos, tan retóricos como inútiles, que intentan nublar la lucidez de los seres humanos para que no vean la verdadera causa de sus propios problemas, Ferrari deconstruye   el   lenguaje  y  lo  vuelve  a  construir  para mostrar el mundo al mundo, el hombre y su drama, burlando el cerco de lo aparente y engañoso.

El artista es aquí el gran comunicador. El concepto liberado de la prisión de la forma y la pasajera estética. El arte como el poderoso transmisor de las ideas que el poder y, fundamentalmente, los poderosos de todos los tiempos han intentado siempre ocultar.

Ferrari forma parte de una raza de artistas llamados a despertar las conciencias dormidas y aplacadas a fuerza de banalidad y terror. No es casual que sus obras y, fundamentalmente, su persona hayan encontrado siempre la resistencia, el desprecio, la infamia y el ataque de aquellos a quienes su mensaje cuestionaba en forma tan directa como inapelable.

En definitiva es la marca que ha identificado a los grandes artistas de todos los tiempos. Aquellos que señalan el camino para que el resto no se pierda y dejan huellas en el alma de la gente. Aquellos a los que el poeta llamó los imprescindibles.

Oscar Smoljan – Director MNBA Neuquén