Juan Carlos Distefano

Un cuerpo inerte de mujer, casi informe, atado firmemente al lecho de un río, pugna vanamente por salir a flote. Otro cuerpo yace enroscado en posición fetal en el baúl de un auto cuya patente termina en 1977. Una figura humana grita en silencio, ahogada en su prisión de acrílico.

Nada es gratuito en el arte de Juan Carlos Distéfano, quizás el más importante artista plástico argentino vivo. Cada obra suya nos hace pagar el doloroso tributo de no poder ni deber olvidar.

Esta muestra -que el Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén exhibe bajo el título de “Distéfano – Interior”- representa un hito histórico en nuestra región. Por primera vez obras de este gigantesco artista pueden verse en el interior del país, después de que millares de personas las han admirado en las principales salas del mundo.

Más de cuarenta años de trabajo de Juan Carlos Distéfano se muestran hoy en el MNBA Neuquén. Recorrer su trayectoria es, a la vez, recorrer los últimos cuarenta años de nuestra desangrada historia y del arte que la ha testimoniado.

A cada paso de esta muestra, los años cruentos que sacudieron a los hombres y mujeres de esta tierra, en el último medio siglo, vuelven a nuestra memoria descarnados y sangrantes.

En algunas de estas obras se tendrá la referencia casi explícita de lo padecido. En otras, el valor metafórico de su arte nos remitirá a nuestras propias experiencias como sociedad. Y, en otras, el misterio librará la imaginación de cada uno hacia una explicación íntima y personal.

En esas esculturas desgarradas anida el mensaje de su creador, inclaudicable artista que las ha parido con la morosidad casi anual de los grandes clásicos. Mensaje de un militante contra la opresión y en favor de las víctimas más frágiles de la explotación humana. Todo ello desde ese puño crispado pero firme que viera la luz en 1968; hasta su más reciente creación, acabada días antes de la inauguración de esta muestra, en un reconocido y elocuente homenaje a aquella desolada Urpilla del gran Gómez Cornet, que destila su pobreza en estos tiempos que corren. Tiempos postmodernos con historias de niños cartoneros, que deambulan por urbes que se derrumban como Babilonias prisioneras de su propia codicia.

Pocas veces en nuestra patagonia se verá una muestra semejante. Por la envergadura y trayectoria del artista. Por la vigencia de más de cuatro décadas de denuncia social y humanista. Por el mensaje de su obra, vital e irrenunciable, a favor de la memoria y la libertad. Por realizarse cuando se cumplen, este 24 de marzo de 2010, treinta y cuatro años de aquella larga y tenebrosa noche de nuestra historia reciente. y en el año del bicentenario de la Revolución de Mayo.

Oscar Smoljan- Director del MNBA Neuquén