Graciela Sacco

Un manifestante arroja una piedra y parece rememorar aquella célebre fotografía de Robert Capa de la Guerra Civil Española. Hombres y mujeres marchan en silenciosa resistencia y sus rostros, que parecen mirarnos directamente a los ojos, nos narran sus penurias, sus demandas irresueltas, pero también su derecho a no someterse, a decir “basta”.
Son imágenes cotidianas de un país o un mundo tan convulsionado como desigual, estampadas en irregulares tablas de madera que, a modo de vidriera o parapeto, a modo de cárcel de nuestra propia miopía e insensibilidad, pero también como tabla de salvación en el naufragio planetario, nos marcan el límite final, el límite hasta donde llega la propia dignidad humana.
Pero también hay objetos comunes como cajas de fósforos con bocas abiertas, que nos remontan a ese grito desesperado de Munch y nos sacuden de nuestra diaria rutina, interrogándonos sobre nuestro comportamiento.
De eso precisamente nos hablan esos personajes y esos objetos de la vida real traducidos en obras de arte por el talento de Graciela Sacco, cuya materia prima, más que de los elementos de los soportes elegidos, proviene de la cruda realidad, de las inapelables fotografías o los videos que a diario refleja la prensa, aquí o en el mundo.
Profundamente comprometida con su tiempo y sus semejantes, sensible traductora de lo que ocurre y, en algún caso, hasta de lo que ocurriría poco después de gestar una obra, Graciela Sacco sigue ese trayecto iniciado a principios del siglo pasado por los pintores sociales, en la línea de Antonio Berni o Lino Spilimbergo y que siguió con Ricardo Carpani, para entroncarse en el arte conceptual transgresor de León Ferrari.
Este “Cuerpo a cuerpo” que nos propone Graciela Sacco no es una muestra más. Cada una de las obras que componen esta exposición es a la vez pantalla y espejo. Nos devuelve nuestra propia responsabilidad en esa realidad. La conclusión queda para el fuero íntimo de cada uno, que puede llevarse a su casa la condena o la absolución, pero jamás la indiferencia.
Cada intersticio de esas tablas, de las que asoman personas de carne y hueso, son también invisibles barrotes de una celda que aprisiona nuestro propio presente y, más que encerrar la imagen que nos muestra, en verdad parecen encerrar nuestras conciencias, mientras la realidad transcurre por fuera de nuestro propio mundo.
Años atrás, en la Bienal de Venecia, Graciela Sacco sorprendió al mundo artístico con una intervención urbana. Millares de ojos dispuestos en cada rincón de la histórica ciudad de los canales observaban, escrutadores, con interrogantes sin respuestas en sus pupilas, como espías o jueces de las conductas de los que por esas calles centenarias transitaban. Los ojos de la propia conciencia colectiva que a la vez de presenciar, condenaban. Fue la consagración de esta insobornable creadora que hoy nos honra con su trabajo.
Para el Museo Nacional de Bellas Artes Neuquén es un verdadero honor contar con esta exhibición, facilitada por el programa de muestras itinerantes de la Fundación YPF, institución con la cual llevamos varios años de trabajo conjunto que permite acceder a diversas manifestaciones de la cultura contemporánea.

Oscar Smoljan – Director MNBA Neuquén