Antonio Berni

Antonio Berni escapa al molde de todos los artistas argentinos de su época, lo que lo hace único en la historia de las artes plásticas nacionales.

Su vida abarca tres cuartas partes del convulsionado siglo XX, el siglo en el que nacieron los movimientos políticos que cambiaron la historia argentina y mundial y que le dio a nuestro país talentos que, por cantidad y calidad, difícilmente pueda ser igualada.

Berni acompaña con su obra los grandes cambios del siglo, se sumerge sin miedo en cada torrente artístico, navega por ellos y sale ileso y triunfante de cada tormentoso cauce, señalando a los que le siguen el camino por donde se puede continuar seguro hacia la propia evolución.

París lo acoge en 1925 junto a Raquel Forner, Alfredo Bigatti, Horacio Butler y quien será su gran amigo Lino Enea Spilimbergo. De esa época traerá sus dos primeros y cruciales descubrimientos: el surrealismo y el compromiso del artista con sus ideas políticas y sociales.

A partir de ahí se convertirá en el gran constructor del arte nacional. Primero construyendo el gran marco ético que guiará sus pasos y marcará a generaciones de artistas que le sucederán y que sostiene a lo largo de sus 76 años con su ejemplo de vida. Lo resumiría al decir que “siempre hay un compromiso del artista con la realidad de su tiempo y de su país. Aún el que dice que no está con el compromiso está comprometido con otra cosa”,

Pero a la vez construye su arte a partir de su propia realidad, del escenario que lo circunda y los seres que allí habitan, en un camino que lo llevará desde las profundidades inconscientes del surrealismo en los años ’20, hacia el arte social post-depresión de los ’30. Del muralismo y su discusión junto a Siqueiros, plasmada luego en las Galerías Pacifico de Buenos Aires, a la pintura gestada casi periodísticamente a partir de fotografías tomadas a trabajadores desempleados, hasta desembocar finalmente en su collage villero de los años ’60, en el que los desechos de los barrios marginales de Argentina cobran nueva vida, reinventados por su mano maestra.

Berni resume su tiempo de manera impecable y como pocos. Su mirada transita las marchas y contramarchas del país y la humanidad y sus obras cuelgan de un andamiaje soldado con su coherencia y fidelidad a sus ideas y principios en pos de un mundo mejor.

Es la gran síntesis de las artes plásticas nacionales del siglo pasado y uno de los creadores más representativos de nuestro país. En él confluyen todos los senderos, aún los que se bifurcan, al decir de Borges.

No es casual que sus dos personajes principales: Juanito Laguna y Ramona Montiel, hayan traspuesto sus respectivos espacios de tiempo y lugar. Concebidos hace más de cuarenta años como habitantes de las típicas villas miseria argentinas, estos niños continúan deambulando hoy por los pasillos misérrimos de favelas, chabolas, poblaciones cayampas, cantegriles y en cuanto sitio del planeta perdure la exclusión y la explotación humana.

Vivió como pensó. Pintó su aldea y con ella a toda la humanidad.

Al cumplirse el segundo aniversario de la inauguración de su edificio, el Museo Nacional de Bellas Artes Neuquén, recibe con honor las obras de este incomparable artista.

 

Oscar Smoljan – Director MNBA Neuquén